Conocí el CBD gracias a mi trabajo, tuve que navegar por unas cuantas páginas que vendían productos con CBD (¡muchas!) y estudiar su regulación legal. Recuerdo que la primera vez que me plantearon una consulta sobre el CBD pensé: ¡a ver qué invento es ese ahora!. Todavía me hace gracia recordarlo porque mirar cómo he acabado, y sinceramente, también me hace gracia recordarlo porque reaccioné como el típico estereotipo de madre, con esos prejuicios sobre las modernidades ¿con qué historias me viene esta chiquilla ahora?.
Enseguida entendí que “el invento” no era ninguna locura, hace años que todas venimos escuchando hablar de las propiedades médicas de la marihuana y simplemente se estaba aislando lo mejor del cáñamo para obtener los beneficios para la salud sin tener que colocarnos. ¡Tenía que probarlo!, pero no iba a ser tan fácil…
Cada vez que tenía que visitar una de estas páginas, mi cuerpo me alertaba con sensaciones desagradables, no entendía el enfoque que se le daba en la mayoría de estas páginas al producto, ni la estética, ni la forma de contarlo. Me parecía como si estuviéramos en la trastienda de internet, como si en la vida real tuviera que ir a un oscuro callejón a comprarle CBD a un camello, y siempre pensaba lo mismo: ¡este producto no es eso!.
Y aunque lo que yo hago para ganarme el pan no tiene nada que ver con el diseño ni la estética, siempre me quedaba un regustito amargo cuando veía cómo se estaban haciendo las cosas: el diseño solía ser un desastre, los textos estaban escritos como si me estuvieran vendiendo la piedra filosofal, la mayoría de los textos legales y referencias a legislación eran insuficientes o erróneas… no había forma de que esas páginas web crearan en mi la confianza necesaria como para probar el producto. No me quedaba tranquila.
Yo tenía necesidad de probar el CBD pero no me sentía cómoda comprándolo en esas páginas web, me hacía sentir como si tuviera de nuevo 17 años y estuviera experimentando con algo prohibido, y ya ha llovido mucho desde entonces como para andarme en esas cosas.
El CBD se obtiene del cáñamo, y debido a las restricciones legales que han existido alrededor de esta planta maravillosa es un producto poco conocido, en realidad se trata de un compuesto natural que no tiene efectos psicoactivos ni psicotrópicos, puesto que no tiene THC el compuesto del cannabis que “nos coloca” y que hace adictiva a la marihuana.
Por suerte para todas, con el tiempo los beneficios del CBD han salido a la luz gracias a multitud de estudios sobre sus propiedades actualmente existe evidencia científica sobre las propiedades del CBD como: anticonvulsionante, analgésica, relajante muscular, ansiolítica, conciliación del sueño, neuroprotectora, anti-náusea, antiinflamatoria, antioxidante e inmunomodulador.
¿Interesante verdad?, por eso me ponía de los nervios ver la forma en la que se estaba vendiendo el CBD como si estuviéramos en Jamaica y todos fuéramos Bob Marley, ¡el CBD no es eso!.
Como yo lo veo, igual que me tomo una infusión de jengibre cuando no me encuentro muy bien o un poco de manzanilla amarga cuando tengo revuelto el estómago, el CBD podría ayudarme con la ansiedad y mis problemas de sueño como un recurso natural más a mi alcance. Además una alérgica a los antiinflamatorios como yo, no podía dejar pasar este descubrimiento.
En un viaje a Tarragona con mi amiga Ester, encontramos una tiendita que solo vendía productos con CBD, era una tienda muy bonita, todo se veía cuidado al extremo y el chico que nos atendió fue muy amable, se notaba que conocía el producto y nos explicó muchísimas cosas, ahí sí me sentí cómoda como para probar el CBD y compramos un aceite CBD al 10%. Al probarlo fue un flechazo, no os voy a decir que acabó con todos mis problemas, pero si que me ayudó mucho más de lo que me esperaba.
Un tiempo después, estaba tomando un café con Raúl, y surgió el tema del CBD, cómo todas las páginas que encontraba estaban dirigidas a hombres y cómo no me sentía nada identificada ni segura de comprar en ellas. No era la primera vez que hablábamos del tema, pero esta vez me retó: ¿Si no te gusta como se hace por qué tú no lo haces diferente?. Así cree Lilit, una tienda de cosmética CBD con productos pensados para nosotras.
En unos segundos el tú se convirtió en un nosotros y en una promesa: no venderemos humo.
Al rato dejamos el café y nos fuimos a tomar unas cervezas, la cosa se puso seria, ahora estábamos hablando de crear un espacio seguro para las mujeres, donde no solo pudieran comprar un producto de calidad, sino en el que encontrarán una amiga que les ayudara con sus dudas, alguien con sus mismos problemas y que pudiera orientarlas desde su propia experiencia… y así nació Lilit.